lunes, 28 de noviembre de 2016

EL RINCÓN DE PILAR

Siempre sorprendiendo y siempre agradando. Nos estás acostumbrando mal. A este paso será mejor que leas tú las novelas y luego nosotros leamos tus poesías.
Y por cierto, no nos importa que vengan con retraso.
Muchas gracias.


TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS



En Praga en 1945 los alemanes

ya no dominan el aéreo espacio

los ataques de su aviación

nuestras comunicaciones desbarataron,

de tal manera que los trenes

de la mañana pasaban al mediodía,

los de la tarde pasaban por la noche

por lo que a veces sucedía

que cuando el tren de la tarde venía

puntual, según marcaba su horario,

se debía a que era el de la mañana

que llegaba con 4 horas de retraso.

Una mañana, un avión enemigo

sobrevolando la ciudad

ametralló hasta desprenderle el ala

a un caza alemán.

La gente corría de un lado a otro

porque el ala no dejaba de moverse

como un péndulo enorme emitiendo

un sonido sibilante y fuerte,

tratando de escapar de la sombra

que se cernía sobre el vecindario

entonces dio un giro rápido

y cayó en el jardín del Decano.

Milos fue a ver el avión derribado

y se encontró en el camino

ciudadanos que arrastraban

en sus carros el botín obtenido

Así desapareció en pocas horas

no solo el ala herida, sino también

toda la chapa y las piezas del fuselaje

de aquel avión del Tercer Reich

BISABUELO

Su bisabuelo fue tambor del ejército

y como tal, luchó en el Puente de Carlos,

desde donde los estudiantes tiraban

sólidos adoquines a los soldados.

Acertaron al tamborilero

y lo dejaron inválido

desde entonces cobraba de por vida

la renta de un doblón diario,

con el que compraba una botella de ron

y un paquete de tabaco,

y en lugar de quedarse en su casa

echando humo y borracho

le encantaba ir por los caminos

y por las calles cojeando

hasta aquellos sitios en que la gente

se dejaba la piel trabajando.

Se burlaba de aquellos obreros

de piel curtida y callosas manos

obligados a  sudar sangre

para alimentar a sus vástagos.

Pero toda paciencia tiene un limite

y año tras años lo apalizaban,

 en cualquier carretilla ruinosa

a casa lo transportaban.

El día que se burlo de los canteros

que lamentaban el cierre de su trabajo

propinaron tal paliza al viejo

que lo mandaron al otro barrio.

ABUELO

Su abuelo era hipnotizador

y toda la ciudad en su hipnotismo veía

el deseo de lograr (como su padre)

no dar golpe en toda su vida.

Cuando los alemanes cruzaron la frontera

avanzando en dirección a Praga,

quiso, con la fuerza del pensamiento,

detener los tanques que avanzaban.

Así que el abuelo iba por la carretera

con sus poderosos ojos clavados

en el primer tanque que dirigía la vanguardia

de aquellos ejércitos motorizados.

Y el tanque paró por unos segundos

la sensación de triunfo duró un momento, 

se puso en marcha y le paso por encima

cercenándole la cabeza del cuerpo.

Unos gritaban que el abuelo era un loco,

los otros decían que no lo era tanto

que si todos hubieran cogido las armas

y a los alemanes se hubieran enfrentado

quien sabe si hubieran impedido

la invasión de los germanos

PADRE

El padre, maquinista, había conducido

locomotoras desde los 20 años,

pero al cumplir los 48

decidieron jubilarlo.

Si alguien prescindía de muebles

viejos los depositaba en su  casa

por lo que aunque solo vivían tres,

en aquel hogar abundaban las jarras,

tenían nueve o diez canapés,

montones de sillas y armarios,

numerosos lavabos y mesas

y multitud de cacharros.

De noche montado en su bicicleta

recorría aquellas zonas mas lejanas

hurgando en los sucios depósitos

con una roñosa barra metálica.

Regresaba luego a casa con un botín

que nadie quería ni necesitaba,

pero, como él era el jefe de las campañas

de recogida de chatarra

cuando todos aquellos trastos de hierro

a la estación transportaba

al llegar frente a su portal

parte del cargamento “se resbalaba”

LA ESTACIÓN

Se puso Milos el uniforme planchado

donde lucían los distintivos

por el que cada ferroviario conoce

cual es su categoría en el servicio.

Saben que tiene reválida porque

en el cuello  luce un reluciente botón,

la estrella bordada con hilo dorado

dice  que es alumno a factor.

Desde la mesa del telégrafo bajo la ventana

se ve un sendero a través del campo

y el palacio del príncipe Kinsky

bordeado por viejos manzanos.

El príncipe criaba caballos de carreras

con los que ganó numerosos premios,

casi un millón de libras esterlinas,

aquello era entonces tanto dinero,

que tras nuestra estación empezó a construir

un cine, un teatro y una sala de conciertos

(al que todos llamaban Liverpul)

para futuro disfrute de todo el pueblo.

Pero no terminó de construirlo

y se convirtió en un depósito de grano

al que se accedía a través de columnas

del más puro  estilo griego y romano



Descansan encima de la mesa

tres telégrafos antediluvianos,

y tres libros de registro

de mensajes telegráficos.

En la tranquila oficina de comunicaciones

se oía constantemente el tierno arrullo,

del tintineo  de telégrafos y teléfonos

lanzando al aire su monótono murmullo.

En la ventana que da a la sala de espera

seguía habiendo una cortina verde,

un armario de metal a su lado

y la máquina de fechar los billetes.

En la pared había un oleo grande

que a una locomotora representaba

entrando en el anden de Wilson

(Estación principal de Praga)

echando vapor hacia los rieles

emocionaba a cualquier empleado,

sobre todo al jefe de estación que aspiraba

a ser Inspector de los Ferrocarriles del Estado

JEFE DE ESTACIÓN

Antes de la guerra criaba palomas

de la raza Badget,  de Alemania,

aves que en sus alas lucían

 agresivas flechas negras y blancas.

Limpiaba el palomar en días alterno

les echaba salvado y agua

cuando Alemania derrotó a los polacos

el jefe de estación decidió liquidarlas,

antes de partir hacia Hradec

ordenó al mozo que las estrangulara,

repobló mas tarde su criadero

con palomas de procedencia polaca

que tenían  hermosas colas azules,

y unos maravillosos flancos

adornados con  preciosos

triangulillos grises y blancos

combinados como los azulejos

de los cuartos de baño.

Sacrificando a conejos y gansos

su mujer era maestra

pues sentada en una silla

con el animal entre sus piernas

le hacía un corte en el cuello

con un cuchillo poco afilado

que le hacía emitir un pitido

mientras se iba desangrando

hasta que perdía el resuello

y comenzaban los espasmos

luego, con destreza de maestro

solo quedaba despellejarlos.

HUBICKA EL FACTOR

El sueño de los factores

parece estar dirigido

por algún sistema de señalización

cuando están de servicio.

Aunque duerma profundamente

algo en su cabeza permanece despierto

que le hace levantarse inmediatamente

con el primer sonido del telégrafo.

Deja libre la palanca, da el indicativo

de su estación y vuelve a sentarse

y a quedarse profundamente dormido

pero cuando se acaba el mensaje,

el factor se despierta, se levanta,

da la señal de recepción,

detiene el aparato, vuelve a sentarse

y a sumirse en su cálido sopor.

El buen factor duerme

tras poner el semáforo de entrada,

pero oye la locomotora del tren

que entra en la vía aislada.

Hubicka mira embelesado al cielo

mientras se rasca las orejas

síntoma inconfundible

de que ha yacido con hembra

la telegrafista Zdenicka le provoca

y comienzan un coqueteo

que acaba con los sellos de la compañía

estampados en su trasero

MILOS

Se enamoró de Masa la revisora de trenes

y supo que ella le correspondía

pero le inundó una gran decepción

al no poder demostrarle su hombría.

Eyaculación precoz, dijeron

que era el mal que Milos sufría,

que con voluntad,  perseverancia

y paciencia, se corregía.

Pero vio la decepción en sus ojos

a pesar de que sus labios sonreían

cayó en un pozo sin fondo

del que no encontró la salida.

Eligió una ciudad al azar,

en un prostíbulo, con unas cuchillas

 rasgó las venas de sus muñecas

para trminar con su vida. 


El factor le dio la bienvenida

después de tres meses de “enfermedad”

-Hay que retomar el aprendizaje- dijo-

tenemos que ponernos a trabajar-

Le preguntó que hora era

prendió su brazo, le levantó la manga,

no miró el reloj, miró las huellas

de aquellas heridas cicatrizadas.


De las ventanas de los trenes

que llevaban a los soldados al frente,

salen canciones melodiosas

ojos vivarachos y labios sonrientes.

Los que transitan en dirección contraria

van repletos de heridos silentes,

pues eligiendo pareja para su danza

pasea entre ellos la negra muerte.



El suelo de los vagones estaba horadado

eso era algo que Milos odiaba

pues por el agujero asomaban miembros

del ganado que transportaban

vacas enjutas que lucían

patas despellejadas y azuladas

con terneros sucios hambrientos

los corderos, cabritos y cabras

con las patitas atadas con cordeles

tan fuertes que se las gangrenaban

y cerdos con las cabecitas juntas

y con las orejas congeladas

con las patitas de nieve

con los casquitos de porcelana,

¡que miedo tenían a moverse

para que no se les escapara

el poquito calor y el escaso arrojo

que todavía conservaban!

pero cuando llegaba el verano

y los rayos de sol abrasaban,

pasaban, con los hocicos abiertos

suplicando en silencio unas gotas de agua

Saltó Milos sobre la plataforma

del vagón y se le encogió el alma

al ver aquel ganado amormado

y los efluvios que emanaban.

Un ternero se descomponía

colgando por detrás de la vaca,

ovejas medio muertas de hambre

arrancándose unas a otras la lana,

todo un tren de horribles ojos

torturados que lanzaban

mil reproches implorando

una muerte mas humana.

Un toro humillado y vencido

que intuyendo su futuro se negó a subir

lo introdujeron a empujones y tirones

rasgando la anilla de su nariz

Así debió sentirse Checoslovaquia

cuando invadieron su territorio,

abocada sin salida a un guerra

herida en su orgullo y en su amor propio.

En condiciones tan nefastas como estas

transportaba el tercer Reich a los judíos

hasta campos de concentración y trabajo

para lograr su exterminio



En el hospital, con la tía Beatrice

 lloraba por aquellos soldados alemanes

cuando veía que venían a visitarlos

sus novias, sus mujeres, sus padres.

Los heridos, en su baño de aceite

dictaban sus últimas voluntades

aconsejando a sus novias y mujeres

con quienes debían casarse,

como organizar todo lo de los niños

y sus pocas o muchas propiedades,

la angustia me hacia salir del cuarto

impregnado de muerte y soledades.

Sabía que un herido estaba desahuciado

cuando tras despedirse de su familia

la tía  acortaba su sufrimiento

administrándole morfina.

Ella seguía después con su cuchillo

cortando zanahorias apio y perejil

y me dolía saber que al día siguiente

aquel recluta alemán iba a morir.



Los rusos liberaron Dresde, dejándolo

cubierto en llamas por los cuatro costados

 en un vagón de servicio, varios alemanes

en la estación de trenes se presentaron

como huídos de un campo de concentración

llevaban todos un  pijama de rayas,

tal como estaban cuando lograron salvar

sus vidas saltando por las ventanas.

Como si el miedo hubiera cortado sus párpados

sostenían la mirada fija y no pestañeaban,

tenían los brazos generosamente largos

 que casi hasta las rodillas les llegaban.

Y Milos, que lloraba por cada cordero degollado

y por todo el que topaba con una desgracia,

esos alemanes cabizbajos y derrotados

ya no le daban ninguna lástima.

Uno de ellos se echó a llorar

y era su llanto como el zureo

de las palomas del jefe de estación

cuando las despertó el bombardeo.

Sus cuerpos se distendieron

empezaron todos a gimotear,

era en conjunto un llanto mas humano

por temor de lo que les iba a pasar.



Llegó a la estación una activista

que trabajaba en un circo

y en sus ratos libres se dedicaba

a detener el avance enemigo.

Portaba en sus manos una bomba,

buscaba un patriota valiente

que quisiera volar un tren cargado

con pólvora que se dirigía al frente.

Causó una grata impresión en Milos

se produjo un intercambio de favores

el se ofreció voluntario para la voladura

ella consiguió hacerlo un hombre.



EL DESENLACE

Se acercó el factor a la pizarra negra

en la que apuntados estaban

con tiza todos aquellos trenes

que tan rigurosamente vigilaban.

Se asombró Milos de su propia fuerza

y de la extrema preocupación de Hubicka

pendiente de  cumplir su tarea

y sin querer salir de la cabina.

Nunca tuvo Milos la cabeza tan despejada,

era como si le estuviera acariciando su madre,

cuando de niño le acosaban pesadillas

y ella hacía que se le olvidasen.

Debía concentrarse en acertar

desde el semáforo el vagón del medio

para que todo volase por los aires

y ver el humo tiñendo el cielo.

Se reprochaba no haber pensado

 en todo esto hace mucho tiempo,

porque habían atropellado a su abuelo

 cuando avanzaba solito contra ellos,

sólo, contra todo un cuerpo de ejército,

solo, con los brazos extendidos,

y la idea de que diesen la vuelta

y volviesen por donde habían venido.

El espíritu del abuelo seguía empujando

a tanques, soldados y cuerpos del ejército

hacia el corazón de Alemania, allí donde

los empujaban los ejércitos soviéticos

Levantó el semáforo y la señal de entrada

en cambio la de salida la dejó en rojo,

sacó el aparato, giró las ruedecillas

como si enfocara una máquina de fotos.

El factor tenía ardiente la mirada

y le dio la mano húmeda y fría,

salió al cobertizo exterior y caminó

pensativo a lo largo de las vías.

La luna salió tras una nube de nieve

y en la noche helada brillaron los campos,

volvió a oír el tic tac persistente

de todos aquellos cristales congelados,

como si la manecilla de un segundero

dentro de cada uno de ellos se moviese,

subió al poste del semáforo, paso una nube

dejando un rastro de finísima nieve.

La locomotora entraba en la estación,

silbaba lastimeramente pidiendo paso,

la luz roja se convirtió en verde

sintió levantarse el brazo del semáforo.

Pasó la locomotora cubierta con lona

para que los aviones no vieran cuando el fogonero

echaba carbón, después los vagones

 restantes eran bajos y abiertos.

Vio en ellos las cajas de pólvora

colocadas sobre capas de paja,

tres, cuatro, cinco vagones, fue contando

la luna estaba tapada,

seis, siete, ocho, nueve,

la nieve impedía la visión

de la locomotora por delante

ni por atrás se avistaba el último vagón,

once, doce, trece… lanzó el aparato

con calculada precisión

como si tirase a un arroyo claro

la mas linda y hermosa flor.

Hasta que la nieve lo borró por completo

siguió mirando aquel vagón,

esperando el momento de la catástrofe

como un concienzudo cazador.

Salió un largo haz de luz del vagón último

Milos sacó el revólver y vio

justo debajo de donde se encontraba

como relampagueó el extremo del cañón.

Disparó y al mismo tiempo

disparó alguien desde la garita,

una linterna cayo al suelo

y siguió alumbrando el firme de gravilla.

De la garita del tren fugitivo

alguien cayo junto a ella,

fue deslizándose poco a poco

hasta parar junto a la cuneta.

Sintió  un dolor en el hombro

el revólver se le cayo de la mano

de un clavo se enganchó su abrigo

y acabó colgado boca abajo

Veía el tren alejarse, ya estaba

todo el en la curva y se mostraba

 con las ruedas hacia arriba como si anduviera

 por el cielo de la noche  blanca



Contempló en la cuneta al soldado

acurrucado, hecho un ovillo

la nieve caía sobre su cabeza calva

porque su gorra había perdido.

El abrigo de Milos se rasgaba poco a poco

y sintió su sangre que bajo la camisa,

le iba resbalando hasta la garganta

cayo sobre el negro  suelo de gravilla.

Se llevó la mano a la boca

al toser escupió sangre y sabía

que aquel soldado le había perforado los pulmones

y Milos  a él, seguramente la barriga.

Después rodó hacia la cuneta

justo al lado de aquel combatiente alemán,

que yacía de costado, y sin moverse

había comenzado a desfilar.

Era como si marchase en formación,

con sus pesadas botas arrancaba la nieve,

hasta llegar a la hierba y a la tierra helada

gemía mientras se sujetaba el vientre.

Repetía una sola palabra: mutti mutti mutti

Milos lo miraba y sabía que el soldado

no llamaba a su madre, sino a la madre

de sus hijos porque era calvo.

Lo único que podía esperar

era que el tren saltase por los aires

sabía que si no moría del disparo

y le encontraban los alemanes

le fusilarían como era su costumbre

entendió que estaba destinado

a una muerte muy diferente

de la que hace meses había intentado.

Llegó el momento que había esperado

una columna de humo ascendía al cielo

la operación de la voladura

había terminado con éxito.

El soldado seguía marchando moviendo sus botas

era como si nunca lograra llegar,

la muerte hacia la que marchaba estaba lejos,

 a él tampoco le iban a ayudar.

Se dio Milos la vuelta y con los codos

se arrastró hasta las botas del soldado

las abrazó con su cuerpo, pero las piernas

se movían tanto que se le soltaron.

Le ató las botas con un cordel

sus piernas se pararon por un momento

dando tirones rompieron la cuerda

y siguieron haciendo rayas en el suelo.

Le susurró al oído: ¡Ruhe!...silencio...

apuntó con el arma a su maltrecho corazón

apretó el gatillo, su chamuscado uniforme

olía a lana quemada y ardiente algodón.

Pero el soldado seguía llamando a su esposa

y su marcial paso aún mas rápido marchaba

como con prisa por llegar al domicilio

donde lo espera su enamorada.

Brillaba en el cuello del soldado

una cadena blanca de plata,

con un colgante  que  aprehendía

gritando con voz aún mas alta.

Era un trébol de cuatro hojas

de los que traen fortuna y bonanza,

pero para ese pobre soldado herido

la suerte ya estaba echada.

Le puso el cañón del fusil en el ojo

disparó, y vio que sus piernas paraban

que posición tan rara la suya

abrazados y mirándose  cara a cara

Acostado sobre él, Milos sentía

como penetraba en el  soldado  la calma,

y el silencio, como se detenía todo

como una máquina al terminar la jornada.

Se habían disparado el uno al otro

y uno a otro se habían matado,

si las circunstancias hubieran sido otras

si de civiles se hubieran encontrado,

se hubieran caído bien el uno al otro

es probable que hubieran simpatizado

todo es posible con los corazones juiciosos...

con el alma tranquila y los odios aparcados

Fue el suyo un granito de arena

en mitad de un gran desierto

pero nunca los sacrificios son vanos

y el país  logro liberar su pueblo

Luchó Milos por un ideal

y pereció en el intento

caro precio debió pagar

por hacer realidad un sueño

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